miércoles, 3 de agosto de 2011

ANTON GARCIA



                                                     ANTON GARCIA.

Contaba mi papá, que en los campos de la provincia de Ocaña (Colombia) cabalgaba un señor muy apuesto, acuerpado y rico, que se llamaba Antón  García. Vestía de ropa negra y un gran sombrero blanco, que contrastaba con su caballo negro; era muy generoso con los pobres y los niños. Antón compraba todo, todo cuanto le ofrecieran y vendía todo, todo lo que le dijeran;….solo que negociaba era con oro, para Antón las monedas y los billetes, simplemente no valian nada, pero las personas, le pagaban con monedas de oro y libras esterlinas. Tenía Antón garcía una hacienda en La Vega (municipio de Convención) llamada Corral de Piedra, con paredes amuralladas de piedra y en sus tres cuartos, cuyas puertas eran de madera, no había seguridad, solo aseguraban las aldabas un trapo rojo amarrando una pequeña cruz de oro; no había ladrones y sí, mucho respeto por la cruz. Guardaba en esos cuartos el oro amontonado, que brillaba mucho, pues era limpiado por las abejas, era transportado de montón en montón por las hormigas y las monedas de oro y las morrocotas pesadas, eran transportadas por los ratones y las aves. Antón visitaba su hacienda, mas o menos cada cuatro meses y traía en sus alforjas varios kilos de oro para guardar. Los vecinos se alegraban con su llegada, pues algo les tocaba el generoso Antón. En una ocasión, pasó  a las tres de la mañana por Convención, en La Quinta se tomó el primer guarilaque, en la entrada de Culebrita, donde Rosa  Ovalles, se pegó otro chirrinchazo, en Las Brizas, se pegó otro Tape-tusa, en el Puente de San José, el otro Armadillazo, en Blanquiscal donde Olimpa, una chicha de tres ojos, en Tenerife, descansó para no revolver la chicha, y en la escuela vocacional, durmió la pea. Llegó a la hacienda a medio temple a las ocho de la mañana y lo esperaban los vecinos, para ponerse a su disposición; le ofrecieron huevo tibio con arepa sin sal y él comió un poco….todos esperaban una orden para iniciar sus labores, aunque ya todos tenian asignada su labor en la hacienda: cuidar, desyerbar, cercar, y demás labores, cuando Antón se sentó del cuero tostado, de donde estaba acostado y dijo con voz tipluda…. ¡retírense de mi vista! Laubén Solano que era el mayordomo de la hacienda, quiso apaciguarlo diciéndole: “tranquilo don Antón” pero Antón le gritó: “¡Retírense de mi vista! …. ¡No los quiero!  …. ¡No quiero a nadie! ….¡Para mi aunque no haya  Dios!”….
Las aves, los ratones las hormigas y las abejas….dejaron de trabajar….los obreros imitaron a los animales, la hacienda se hizo silenciosa al quedar completamente sola.
Dicen los que lo han visto, que Antón  García, solo visita su solitaria hacienda de noche y no desmonta, pues los perros le ladran rabiosos y no se lo permiten. Ahora fuma tabaco y aunque pide ayuda, nadie le vende ni le compra nada ni siquiera aguardiente rastrogero. ¿Qué harias tu para ayudar al bondadoso Antón García? ….por favor ayúdame a terminar este  cuento….seguro que Antón nos regala una morrocota, una libra esterlina, o un gramo de oro en polvo, que sería un tesoro de incalculable valor; y asi poder decir: colorín colorado, este cuento se ha acabado.
                                                                                                Lemar y tu.

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